Wilson, Hegel, Sterling y yo.

Los días se acortan en Alemania, la luz es cada vez más escaza. La vida de calle, incluso antes tímida, se va extinguiendo poco a poco. Llega el invierno y es hora de empijamarse por cinco meses.

Dicen que Hegel se encerraba durante los inviernos a escribir como un endemoniado. Yo, que tengo un televisor 100% germanoparlante, un facebook en estado crónico de hibernación y una cuenta de Twitter con tantos followers como horas tiene un reloj, no tengo otro remedio que volver a los orígenes (este blog larvario) o dibujarle cara a una pelota de baloncesto, ponerle un nombre y hablar con ella, en plan “Naufrago”.

La otra opción, que es consuelo mental pero no realmente una opción en condiciones, sería alemanizar mi carácter y entrar en una espiral de mutismo que me llevara, finalmente, a pasar el tiempo en un bar habitado sólo por mí y un Bartender de 150 kilos, fumador compulsivo y asmático en fase terminal, mirando (yo) el burbujear interno de una Beck´s y la combustión lenta de un cigarro aromatizado de 1 euro, pensando si la causa de que la humanidad no haya mejorado en nada significativo desde los griegos es la pereza o la estupidez.

Por eso retomo este blog. Y aunque las tendencias tecnológicas no suelen revertirse, ¿quién quita que, pasada la novedad  de Facebook o Twitter, nos resulte de nuevo atractivo ser capaces de hilar coherentemente más de tres frases? Necesito, como todos los miembros de la sociedad de la información, decir “aquí estoy, háganme un lugar (en mi caso, un lugar más allá del "Like" y más espacioso que 140 caractéres)”. Bloggear, entonces, viene a ser como sacar la cabeza del ruido, al modo del perro de Goya.

Roger Sterling dijo a Draper en una de sus legendarias charlas: "..tu generación bebe por las razones equivocadas  (...) Mi generación bebe porque es bueno (...) porque lo merecemos. Bebemos porque es lo que el hombre hace".  Aplicando la premisa a los Social Media, hay que volver a bloggear, especialmente por las razones de Sterling.