domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuando las sendas convergen gracias a una ponencia grabada en vídeo y colgada en la red

Tenías once años. Todo empezó porque te gustaba dibujar caricaturas de jugadores de fútbol, ya de por sí caricaturescos (El Pibe, Higuita, Leonel). Por entonces, Bolígrafos Bic celebraba  un concurso de dibujo sobre algún tema relacionado con tu ciudad. Dibujaste al entonces alcalde de tu ciudad, Antanas Mockus, rodeado de lagartos (ya no recuerdas con exactitud el conjunto de la obra). Quedaste en segundo lugar a causa de una falta de ortografía, y recibiste una cámara Olimpus, de esas de rollo y revelado en Foto Japón. Le fuiste cogiendo cada vez más gusto al dibujo.

Al año siguiente, te mudaste, de Bogotá a La Paz. Una vez instalados, tus padres visitaron la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles. Te consiguieron una entrevista con la directora de cursos libres, para que aprendieras a pintar. Fuiste, dibujaste, te aceptaron. Aveces no ibas, pero generalmente disfrutabas de las clases. Pintabas al óleo y con pasteles secos. Lo dejaste justo cuando empezaba el módulo de desnudos, cagada por ti. Habías crecido, habían pasado los años. Tu madre hizo una amiga que por entonces estaba inaugurando una academia de estudios técnicos. Terminaste asistiendo allí a clases de diseño gráfico. Como trabajo de grado, diseñaste una revista que hasta hoy conservas. En el colegio no te iba mal, aunque tu premisa frente al estudio era: menos es más. No te sacabas los ojos estudiando ni lo hiciste después. Tei inclinabas por las ciencias sociales y la filosofía. Ni hablar de asistir a extraclases de idiomas o matemáticas; craso error, lo pagarías luego.  De su viaje por Madrid y Barcelona, tu madre te trajo dos libros sobre arte (Historia del arte y Los Postimpresionistas), una reproducción de La Rendición de Breda, un kit de pinturas, un maniquí de madera, dos broches del Barcelona F.C. y un saco color habano. Alucinaste.

Eras casi bachiller. No te acababas de decidir por qué estudiar. Barajabas tres opciones: publicidad, psicología y ciencia política. Según tú, las tres eran un poco lo mismo.¿Por qué no artes plásticas? Tuviste miedo. Según tu madre, eso era un hobby, no una forma de vida. Al final, cambiaste de opinión. Nadie se opuso.

Volviste a Colombia. Estudiaste filosofía y, por amor a Schillebeeckx, Chenu y Congar, algo de teología. Mientras, seguiste pintando. Compraste un libro sobre Fra Angelico. Dos motivos ya para ir al Prado: Velázquez y el autor de La Anunciación. Te fastidiaba la densidad conceptual de la filosofía pero te asombraba su poder escrutador. Sospechabas de tanta palabra extraña. Te gozabas el hallazgo de las mil caras de un fenómeno. La teología canónica resultó una experiencia decepcionante. Optaste por leer Porno, de Irvine Welsh, en las clases de Teología Fundamental. Leías mucha ficción. Te gustaban los teólogos progresistas. Te la pasabas en exposiciones. Como trabajo de grado, defendiste una monografía sobre Theodor W. Adorno y su Teoría Estética, titulada: "Teoría Estética: el arte como alteridad social". Tuviste que leer Holzwege, de Heidegger; vaya trauma. Según tú, la Teoría Estética de Adorno permitía "ahondar en el tema del arte como lugar privilegiado de verdad y su reflexión inmanente (estética), como posibilitad y fundamento de una construcción de modelos sociales alternativos, inclusivos y no violentos,  en correlación con los cambios sociales derivados de la creciente importancia que las TIC representan para nuestro universo comunicactivo" Tu objetivo era  "construir una síntesis que permita reflexionar en clave estética sobre los objetos tecnológicos y su lugar dentro de las relaciones sociales y la experiencia pedagógica actual". Defendiste la tesis y te fue muy bien, estabas feliz. Ese mismo año venías trabajando en un colegio de monjas. No hay que patear la lonchera, pero la experiencia no te gustó, por decir algo. Muchas veces te sentiste humillado. Ley del karma, piensas ahora, porque  a menudo fuiste malvado y orgulloso como alumno.

Cambiaste de trabajo. Te sacaste el clavo: lograste renunciar antes que te despidieran y le contaste a la rectora, esa que no daba un peso por ti, que te habían ofrecido trabajo en una universidad. Te mudaste a Fusagasugá, para vivir cerca de la Universidad de Cundinamarca. dictaste un montón de cosas, todas te gustaron. Entre ellas, comunicación. Al final de semestre te empezaron a insistir en que debías hacer un posgrado, pues de otro modo no podrías continuar trabajando allí. Te afanaste. Tu madre, mujer de buenas ideas, te sugirió largarte a hacerlo fuera. Ella y tus hermanas insistieron, según ellas, porque así le darías un giro a tu carrera, evitando la imagen  mental de tu futuro que miles de veces se habían proyectado en sus cabezas: tú, un viejo de barba marxiana, usando zapatos sin medias, casi vagabundo y hablando solo en la plaza de Lourdes; todo un filósofo meditabundo, vamos. 
 
A finales del verano, aterrizaste en Madrid. Vestido de traje de pana (esa fue una idea de tu tía, la de ir "elegante" en el avión), transpirando a cagar, sin efectivo, y con el recibo de inscripción en el Máster de Comunicación y Problemas Socioculturales que ofrecía la Universidad Rey Juan Carlos. Te alojaste en casa de tu prima. Viajabas en tren para asistir a clases. Todo era genial. Visitaste el Prado. ¡VISITASTE EL PRADO! Pero dejaste de pintar. También dejaste de pensar clave filosófíca. Allá hablaban otro lenguaje, la filosofía era sólo especulación.  El arte no tenía nada que ver con la comunicación. Habermas no era más que un ratón de biblioteca.  Lichtenstein era el apellido del conserje. Un día, oíste mencionar algo sobre "movimientos sociales".  Otro día te dijeron que los New Media lo habían cambiado todo; ellos solitos, sin ayuda de nadie. Te sonó guay el binomio Movimientos sociales/New Media. Una cosa llevó a la otra y terminaste en el departamento de sociología IV de la complutense investigando sobre "representación política digitalmente mediada". Resetiaste y te decidiste por la URJC y por la comunicación. De nuevo, una cosa llevó a la otra y arrancaste con una idea en la cabeza. Pero Dios y la vida se ríen de las ideas de los hombres. 

Volviste a mudarte, esta vez a Alemania, a Bremerhaven, junto al Mar del Norte. Paseaste por sus calles, que tienen nombres familiares para ti. Recordaste que alguna vez habías estudiado filosofía y defendiste una monografía sobre estética, inspirado en un autor alemán. Por otra parte, tu novia te insistía casi a diario que volvieras a pararte frente a un lienzo. En fin, tenías muchas cosas que recordar y otras tantas por hacer.
Hoy falta poco para que cumplas 27 años. El proceso de admisión a tu doctorado  está en veremos a causa de algún funcionario imbécil, de esos que abundan. Tienes un blog que alimentar. Tienes un cuadro a medio hacer que quieres terminar. Tienes 35 páginas más o menos bien construidas de una tesis que te gusta.  Y estás acá, tecleando frente al computador, entusiasmado, porque desde hace días vienes leyendo  un texto estimulante y acabas de ver un vídeo de su autor. En el texto se afirma que vivimos en un mundo donde tecnología y cultura están cada vez más desconectados; es decir, un mundo de arcaísmo cultural y modernismo tecnológico. El autor afirma, también, que un análisis sociocultural coherente de las nuevas tecnologías debe radicarse en el ámbito de las experiencias vividas. El texto entreteje magistralmente cuestiones que para ti, deudor de la máxima según la cual la filosofía no es otra cosa que la vida misma pero con marco teórico, implican algo más que conceptos: experiencias de vida. Estética, Internet, pensamiento, cultura. Tramos y senderos. Holzwege. Hoy se cruzan los caminos, y eso es del putas.

Estás acá, intentando finalizar este post que iba, en principio, sobre un vídeo que videaste, pero que terminó siendo una suerte de autobiografía  inspirada por un documento audiovisual que seguramente sólo reviste de interés para ti y otros pocos. Pero así eres tú, siempre interesado por todo aquello que sea de poca utilidad.




2 comentarios:

  1. la verdad pense que solo yo era una loca de la vida... y que tenia ideas de pequeños hechos inadvertidos pero veo que hay peores... esta interesante tu histori, y comoun cosa lleva la otra. como siempre.. espero la segunda parte ...¿en que terminara?

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  2. vamos a ver en qué termina todo...seguramente con la muerte, que es el monotono final que a todos nos espera. Lo importante es el viaje, que valga la pena. Gracias por tu comentario!

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