Anoche ingresé a Facebook y vi que uno de mis antiguos
estudiantes había compartido una imagen sacada de "Colombianadas del
Facebook" que iba acompañada de la siguiente frase (muy a lo Nino Bravo) : "Al tercer día,
Dios creó el paraíso... y lo llamó Colombia". Debo reconocer que la
relación Colombia-paraíso me pareció totalmente absurda, por lo que me permití
comentar la imagen y asegurar que nadie en su sano juicio podría afirmar tal
cosa, salvo que sea congresista o dueño de una funeraria.
Mi estudiante/amigo
me respondió con toda sinceridad que, a su juicio, obviando a los terroristas,
corruptos, violadores y demás personas que le hacen daño al país, Colombia es
un paraíso cultural y natural, gracias incluso a la gente buena que aquí vive y
trabaja.
Creo no equivocarme al suponer que
Juan (así se llama el estudiante en cuestión) no es el único que ve las cosas
de esa manera. De hecho, su perspectiva de país tiene por fuerza que ser la
dominante, pues esto que llamamos sociedad no podría funcionar sin un altísimo
grado de optimismo generalizado. Si no, ¿para qué proyectarnos a futuro por
medio del trabajo, el ahorro, el estudio, la familia y los inútiles aportes a
salud y pensión?
El problema radica en que nuestro
optimismo es constantemente llevado al límite por los conflictos sociales que
padecemos y transformado en negación psicológica e indiferencia social. Por
ponerlo en términos patrios, amamos nuestro himno tanto como odiamos nuestro
escudo: sabemos que ya no hay cóndores, ni abundancia, ni libertad, ni canal, pero
nos gusta pensar que "cesó la horrible noche" y que "en surcos
de dolores, el bien germina ya".
Personalmente, me atemoriza pensar
en un país negacionista e indiferente. Pero cuando alguien me pregunta por qué,
pudiendo vivir en otro lado, vivo aquí, digo que por el respeto que me produce
el coraje y la tenacidad con que muchos colombianos de a pie se rebuscan la
vida honestamente en vez de tomar atajos violentos o corruptos. En síntesis, Colombia no es
ni de lejos el paraíso, pero diariamente encuentro por el camino muchísimas
personas que nos salvan de vivir un infierno.
Una de esas personas fue la pintora
Débora Arango, que supo plasmar como pocos las contradicciones que vive nuestra
sociedad. En su honor, el Museo Nacional está llevando a cabo una exposición llamada "Sociales. Débora Arango llega hoy", en la que podemos
encontrar obras tan importantes como Huelga de estudiantes, El tren de la muerte, Los derechos de la mujer, La lucha del destino,
Justicia, o El almuerzo de los pobres. La exposición estará
en Bogotá hasta el 19 de agosto y es una oportunidad única para
experimentar en carne propia la paradoja colombiana: un país duro y violento
pero en el que uno nunca se aburre.
Excelente comentario maestro, la negación siempre sera la reproducción del Statu Quo y el fortalecimiento de la enajenación a la cual hemos sido sometidos desde la colonia... No somos un país feliz, pero somos un país donde siempre se han desatado luchas.
ResponderEliminar