La agenda mediática de estas últimas
semanas ratifica lo que muchos colombianos pensábamos hace tiempo: los parques
públicos son lugares peligrosos, sobre todo de noche. La consecuencia de esa
premisa es que sólo nos queda elegir entre los centros comerciales o la
televisión para reforzar nuestros lazos familiares. La ventaja que brinda la
televisión es doble: permitirnos ratificar una y otra vez lo peligrosos que son
los espacios públicos, sobre todo de noche, sin tener que gastar dinero
haciendo compras inútiles. La televisión, entonces, supera en comodidad,
seguridad y economía tanto a los parques públicos como a los centros
comerciales. Por tanto, podríamos decir la televisión es la gran beneficiaria
de todo lo malo que tiene lugar en los parques públicos.
Ejemplos de lo anterior son el caso
Colmenares y el caso Rosa Cely, que han recogido, cada uno a su manera, un buen
porcentaje de la atención de un país acostumbrado a la violencia. Digo “cada uno a su manera” porque aunque
ambos sucesos acontezcan en parques públicos (para beneficio de la televisión),
tanto las rutinas periodísticas que les han permitido constituirse como
noticias como el impacto que pueden llegar a tener en la sociedad son bastante
diferentes.
El caso Colmenares tiene todos los
elementos característicos de un thriller: conspiraciones, testimonios cruzados,
grupos aristocráticos en disputa, preguntas irresueltas y ambigüedad moral,
entre otros. Analizado a fondo, es una perla mediática: posee un enorme poder
para cautivar audiencias y no tiene efectos secundarios; es decir: no revela
problemas estructurales de nuestra sociedad ni saca a la luz un mal social
profundo, lo que lo hace manejable y entretenido.
El caso Rosa Cely es todo lo
contrario: brutalidad absoluta, perturbadora y mórbida que sólo puede tener
sentido si a través de ella se pone en evidencia un problema estructural de
género en Colombia, una sociedad acostumbrada a relegar al plano de lo doméstico,
ocasional y pasional la violencia que padecen de forma sistemática la gran
mayoría de sus mujeres.
En un país donde una mujer es violadacada hora y casi tres son asesinadas cada día, donde la violencia sexual es unarma de guerra y donde el machismo configura el sistema de valores que cohesiona
a las familias, no extraña que los medios de comunicación jueguen a ser
aprendices de brujo. Aquí, a un documental sobre maltrato a la mujer le siguen
en parrilla “Sin tetas no hay paraíso” y
“Protagonistas de nuestra tele” en el que pareciera se seleccionan las futuras
actrices para la emergente industria porno colombiana. Aquí, golpear, violar, quemar viva y en últimas
matar a una mujer se describe “crimen
pasional”, y con esto se sugiere que
ellas lo provocaron de alguna forma; bien sea por guapas, valientes, coquetas o
infieles. Aquí, se denuncia la grabación de un vídeo porno en Cartagena pero no
se dice nada de la prostitución infantil que carcome la costa caribe. Aquí,
como dijo alguna vez John Berger, “el hombre es quien actúa, la mujer sólo aparece”.
La paradoja de todo esto radica en que los
Medios de Comunicación son a la vez gran parte del problema como de la
solución. Al ser poderosos movilizadores de emociones, valores y significados
socialmente compartidos, tienen en sus manos el rediseño de los roles y los
significados atribuidos a la mujer en el mundo contemporáneo. Ojalá que la
punta de lanza que significa el caso Rosa Cely no esté dirigida sólo por la
indignación sino que nos permita comprender la necesidad de un cambio tanto en
los códigos como en las interacciones de género.
Finalmente, quiero sugerir dos
películas ideales para evitar tanto la salida sofocante a centro comercial como
el suicidio neuronal que supone “Protagonistas de nuestra tele”: La primera de
ellas es “La chica del dragón tatuado”, dirigida por David Fincher e ideal
sumergirse en nuevas formas de feminidad actuante, independiente y empoderada.
“Precious”, dirigida por Lee Daniels, es mi segunda sugerencia. Describe de
forma descarnada, y al mismo tiempo muy personal, los vínculos profundos que
existen entre la violencia sexual, la segregación socio económica y la
educación, refutando el topicazo de que lo que pasa en casa se queda en casa.
Hey rolo de veintisiete... ¿cómo va esa vida?
ResponderEliminarCon veintiocho, trabajando en la USTA. Cuándo vienes? Tenemos que ponernos al día.
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