jueves, 18 de abril de 2013

A mí me gustó

No me voy a poner con rodeos: me gustó que Maduro ganara las elecciones, y me gustó aún más que ganara por ese estrecho y sospechoso margen de 200.000 sufragios. Digo esto con el riesgo de perder la estima de algunos amigos y amigas venezolanos que tenían puestas sus esperanzas en una eventual victoria de Capriles.

Sin embargo, debo aclarar lo siguiente: no me gusta para nada Nicolás Maduro. Es más, creo que nada bueno se debe esperar de su gobierno. Digo, eso sí, que me gusta su victoria. ¿Por qué? Sencillo: Venezuela está al borde de un colapso económico fruto de 14 años de gobierno chavista, por lo cual sería injusto que cualquier otra persona que no sea el hijo bobo de Chávez tuviera que hacerle frente a la crisis que se avecina. Visto desde un plano estrictamente económico, este es el momento propicio para que haya continuismo en el gobierno, así se acaba de tocar fondo y las responsabilidades caen sobre quienes tienen que caer.

jueves, 4 de abril de 2013

Cógelo suave

Hace un par de semanas estuve en Sincelejo trabajando con los estudiantes de la Normal Superior en el desarrollo de plataformas digitales para la investigación pedagógica. Una de las muchas lecciones que aprendí tras cinco días de calor inmisericorde es que las cosas en la costa se hacen al ritmo que el clima lo permite. De otra forma, corre uno el riesgo de quedarse fundido en la mitad del camino. 

Sin embargo, vuelve uno a Bogotá, con sus 2600 metros sobre el nivel del mar, y se introduce de nuevo en un clima de aparente laboriosidad que se concreta en prisas, pitos, dispositivos electrónicos y horrendos oficinistas encorbatados. En la periferia colombiana (de la que Sincelejo hace parte) la vida tiene un carácter más folclórico o cultural: allí, el espacio y el clima configuran el tiempo. La vida en el centro, en la ciudad capital, por el contrario, es más civilizada: el tiempo nos domina y se impone sobre el espacio y el clima.