sábado, 27 de noviembre de 2010

My little piece of privacy


 En Estados Unidos ya pusieron en marcha los polémicos body scanners, justo para la celebración del Thanksgiving, oportunidad teorética de placentera cena familiar y de agradecer a Dios por América y por el don de la libertad. Como era de esperarse: 1) la medida ha generado protestas por parte de los viajeros, que reclaman por el atropeyo a la intimidad y  la vulneración de sus derechos fundamentales con la excusa de más y más y más y más seguridad en los aeropuertos. ¡Welcome to Colombia, gringos! 2) ahora hay un reguero de nuevas divas youtubescas que han grabado con sus celulares sus actos de resistencia, ganándose a punta de like una pasajera y viral reputación como héroes 2.0. Pilas, porque el Don´t Touch my Junk Movement promete.
 Por otra parte, aún continúa la polémica por la privacidad de nuestros datos en Facebook. Esto ha llevado a que la tropa de Mark Zuckerberg se haya venido poniendo exigente, implementando más y más y más y más y más filtros de seguridad y/o pruebas de identidad. A Usted le ha pasado que tiene que recordar la cédula de ciudadanía de su abuela, o enviar un SMS al ministro de defensa  para poder entrar a su cuenta? A mí sí.

Todo ello me recuerda algo que le escuché decir al guia turístico que nos paseaba por el parque de diversiones más entretenido de toda Europa (el Red Light District de Amterdam) mientras la policía detenía a un tipo que había intentado sobrepasarse con una prostituta: "Yo siempre pensé que Amsterdam era la ciudad de las libertades, pero tras comprender cómo funciona todo por acá, ahora creo que  es, más bien, la ciudad de los controles".  ¿Será que a más libertades civiles, más controles institucionales? Por esta vía la única idea medianamente razonable, la de regulaciones normativas efectivas, se deshace. Y con ella las ideas puristas de libertad personal y sociedad. Pues, ¿qué libertad sería esa que admite medias tintas? y ¿qué tipo de sociedad artificial, en la que no basta el consenso?

Sin embargo, la vida cotidiana reta a la razón. Tratándose de la privacidad, la necesidad de control y el anhelo de libertad confluyen y armonizan. La privacidad es un espacio de libertad personal defendido a punta de controles de seguridad. ¡Pero antentos, porque el futuro de la privacidad no es nada claro!
 
Los tecnófilos sostienen, entre muchos otros pedos mentales, que las nuevas tecnologías cambiarán (como según ellos lo hará prácticamente todo) la experiencia de privacidad, tal y como la conocemos, que el mundo de hoy es otro y que lo que cuenta es tener toda tu vida en red, que ésta es una tendencia irreversible. Que camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Yo me decanto, más bien, por darle vueltas al concepto (antes que las siempre certeras profecías de estos personajes se hagan realidad). A  propósito, recomiendo videar "My Little Piece of Privacy", instalación de Niklas Roy que plantea uno que otro absurdo sobre el status actual de la privacidad, en tanto espacio de libertad defendido con cámaras de seguridad.


¡Cuántos instrumentos técnicos para defender la privacidad! ¡Cuánto mírame/no-me-mires! ¿Por qué no bajamos la persiana metálica y listo?

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