domingo, 11 de septiembre de 2011

Schiller, las gemelas y los aviones. La esfera estética de la existencia.

Fin de semana de vértigo. Jugando a ser L el sábado, acabando con La Vida en Tiempo Real, de J."L". Molinuevo el domingo en la mañana, amenazado de visita familiar para tomar café en mi casa el domingo por la tarde, atormentado por una colina de trabajos para corregir de mis estudiantes el domingo en la noche.

Elemento transversal en este fin de semana de vértigo y en general en toda la semana: imágenes recurrentes de un rascacielos echando humo y de otro, a su lado, siendo penetrado por un avión a toda velocidad. Sí, 11-S. No hacen falta más explicaciones. Toda persona mayor de 20 recuerda donde estaba hoy hace diez años.
Leo en La vida en tiempo real un comentario de "L" Molinuevo respecto a la estética de Schiller(1): 

"...En su escrito Pensamientos sobre el uso de lo vulgar y lo bajo en el arte, Schiller concluye que la divergencia del juicio moral respecto del estético es extraña y merece nuestra atención. El robo, pone como ejemplo, es un objeto estético bajo, rechazable, pero si el ladrón es al mismo tiempo un asesino, entonces la cosa cambia, y aunque desde el punto de vista moral es mucho más rechazable, estéticamente es mucho más interesante y utilizable (...). Al razonarlo, Schiller da una de las mejores explicaciones que podemos encontrar de los esteticismos totalitarios: en el juicio estético reparamos en la fuerza, en el moral en la legalidad.  La cobardía es despreciable, pero un hecho diabólico, en cuanto revela fuerza, puede agradarnos estéticamente. Lo bajo es ocultado por lo horroroso" (2).

En este sentido, concluye Molinuevo que más allá de lo legal y lo ético está la apariencia estética. En este sentido, "la creación de apariencias es creación de realidad" (3). 

El 11-S es una muestra de que el juicio estético supera al de orden moral. El avión entrando sin permiso a los pisos altos de la Torre es, talvez, la imágen inaugural del siglo XXI. Una imágen prefabricada por el cine  hollywoodense, repetida y retransmitida, pero que sigue fascinando más allá de cualquier consideración ética. Los medios transmiten y transmiten, y nosotros miramos encantados. 

De paso, y en segundo lugar, Bin Laden logró con ello condicionar la dimensión ética y legal del atentado a un trascendental social: el parecer. No demostró que era capaz de acabar con el Tío Sam, sino que nos hizo creer que era capaz de hacerlo, y eso fue más que suficiente. Lo que pasó desde aquel 11-S hasta este 11-S así lo demuestra: los gringos invadiendo Afganistan e Irak, las putadas de seguridad en los aeropuertos y los sesenta metros de base de acero y concreto reforzado (antiterroristas) de la Freedom Tower, son apenas unos entre otros muchos relatos de recepción del acontecimiento en cuestión.

En conclusión: las mil imágenes del avión, el humo y las torres vueltas mierda, mil y un veces visionadas por nosotros, nos gritan desde hace 10 años: bienvenidos al siglo de los jucios estéticos, de la "esfera estética de la existencia" (4).

PD: Lo que no nos exime de seguir  anhelando la ilustración tanto como la responsabilidad (estética).
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(1)¿Schiller? Sí, el de la estátua en casi todas las plazas de ciudades alemanas.
(2)MOLINUEVO José Luís (2006): La vida en tiempo real. Crisis de las utopías digitales. Biblioteca Nueva, Madrid, p. 158.
(3)Op.Cit., p. 159.
(4)Op Cit., p. 160.

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